En estas fechas, creo que en Japón se conmemora el primer aniversario no de una, sino de dos tragedias.

La primera se trata de una tragedia natural e impredecible. Pero la segunda se trata de una tragedia obra del ser humano, que fue predecible, evitable y que lamentablemente será recordada con el nombre de una Prefectura Japonesa: Fukushima (que literalmente se traduce como “Isla Feliz”).

Un minuto de silencio por las víctimas de la tragedia

El pasado domingo 11 de marzo, miles de ciudadanos de Tokio acudimos al parque Hibiya (en el corazón de la ciudad, a una cuadra del Palaio Imperial) a conmemorar las dos tragedias. A las 2:46 pm, todos guardamos silencio en honor de las víctimas del terremoto y los tsunamis.

Marcha hacia el Parlamento

Posteriormente, salimos a manifestarnos marchando hasta el Parlamento, para después rodearlo por los cuatro costados demandando que Japón elimine sus plantas nucleares.

Manifestación alrededor del Parlamento

¿Porqué los ciudadanos de Tokio? Pues en parte porque nosotros éramos los principales consumidores de la electricidad generada en la Primera Planta Nuclear de Fukushima, y suministrada a través de TEPCO (la compañía eléctrica de Tokio). Debido al accidente en la planta nuclear, 62 mil personas tuvieron que evacuar su lugar de residencia, lo cual representa un 85% de la suma de evacuados a raíz del terremoto.

Anteriormente señalé que el accidente en la Planta Nuclear de Fukushima fue “predecible y evitable”. Fue predecible, en primer lugar porque Japón es un archipíélago que está practicamente montado sobre el cinturón de fuego del Pacífico, por lo que es inexplicable que se hayan construido 54 reactores nucleares en su territorio altamente sísmico, muchos de ellos precisamente del lado Pacífico. En segundo lugar fue evitable, si TEPCO no hubiera practicado una “negligencia sistemática de las prevenciones”, ni las autoridades hubieran adoptado un “galápagos regulatorio” (es decir, parámetros de seguridad ajenos al nivel internacional), como los calificó la comisión independiente que investigó el accidente. Debemos agregar que TEPCO se negó a testificar en la investigación de dicha comisión.

Como ya se habrán dado cuenta, yo en lo personal no estoy a favor de la energía nuclear, pero es necesario ofrecer un contexto más amplio. Según una encuesta nacional publicada en el periódico Mainichi el 9 de marzo, un 73% de la opinión pública japonesa siente “un gran temor” o “cierto temor” del riesgo que representan las partículas radioactivas emanadas en el accidente para su salud. En la misma encuesta, un 71% opina que el Gobierno “esconde” información relacionada con el accidente nuclear, y un 57% se “opone” a que se reanuden las operaciones de las plantas nucleares que fueron detenidas para una revisión periódica. En los últimos años, Japón había dependido en casi un 30% de las plantas nucleares para su suministro eléctrico. Pero en este momento sólo están operando 2 de los 54 reactores, y no ha sido necesario ningún “apagón”. Para mayo se esepera que los 2 reactores restantes también sean detenidos para su inspección periódica. Ciertamente, las compañías eléctricas han tenido que gastar en la importación de combustible para las plantas termoeléctricas, pero como ven, Japón puede renuciar a la energía nuclear.

¿Y yo porqué estoy en contra de la energía nuclear? Pues principalmente, porque el próximo mes voy a ser padre de mi primera hija. Y muchos padres de familia en Japón nos tendremos que acostumbrar a vivir con la preocupación de una amenaza invisible a la salud de nuestros hijos. Mi futura hija, quien aún no tiene nombre, prescenciará el desmantelamiento completo de la planta de Fukushima cuando ella tenga alrededor de 40 años, si todo avanza según lo planeado. Para desmantelar la planta, primero se requerirá retirar el combustible nuclear que se derritió durante el accidente. ¿Y cómo será retirado? Nadie lo sabe, ya que dicha tecnología aún tendrá que ser desarrollada y en este momento apenas han cosntruido robots para explorar aquellas zonas dentro de los reactores donde no pueden acceder los seres humanos por el alto nivel de radiación y de temperatura.

El mismo día que miles de nosotros marchamos a favor de liberarnos de la energía nuclear, el Primer Ministro Yoshihiko Noda sostuvo en conferencia de prensa que solicitará a los Gobiernos locales la reanudación de las plantas nucleares. Pero a mí, el anuncio no me desalienta en lo más mínimo. Yo tengo esperanza en que los japoneses seremos quienes decidiremos nuestro futuro y el de nuestros hijos: un futuro donde las principales fuentes de energía sean renovables, como la solar, eólica o geotérmica, y las polítcas energéticas sean dictadas por imperativos humanos y ecológicos, en lugar de económicos y de consumismo. Al hablar de “esperanza” no me refiero a un sueño utópico, sino al compromiso activo y a largo plazo de los japoneses. Y cada año, en estas fechas estaremos reafirmando nuestro compromiso, con quienes debieron abandonar su Prefectura, Fukushima, y también con nuestros hijos.

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