En Japón, desde que se inició el repentino aumento de inmigrantes latinoamericanos a principios de los años noventa, se comenzó a promover mucho la “convivencia multicultural” en esta sociedad. Desde entonces se han utilizado muchos términos como “multiculturalidad” e “interculturalidad” de distintas formas y en distintos ámbitos. Pero, si se utilizan estos términos para cualquier situación (por ejemplo, cuando nos invitan a las escuelas japonesas para a hablar de nuestros países frente a los niños o para jugar con ellos), estos van perdiendo su verdadero significado y su verdadera importancia.
Por eso, me gustaría volver un poquito al sentido de estas palabras y hablar de la necesidad actual de que los nikkeis en Japón contribuyamos a una “verdadera” convivencia intercultural, siendo “mediadores interculturales”. Pues, ¿Quién mejor que un Nikkei para entender ambas culturas?
La multiculturalidad es una realidad, porque el día a día nos muestra la coexistencia de distintas culturas, lenguas, costumbres y religiones. La multiculturalidad refleja una diversidad cultural, lingüística y religiosa, en una misma sociedad, que surge como producto de los movimientos migratorios y el contacto entre las sociedades.
En cambio, la interculturalidad va más allá de la multiculturalidad, la interculturalidad es más que el hecho de coexistir en un mismo lugar; plantea las relaciones interétnicas, interlingüísticas e interreligiosas basadas en la convivencia de la diversidad. Implica estar abiertos al cambio, a aceptar las diferencias y respetarlas; relacionándonos positivamente con los demás.
En Japón existe la multiculturalidad. No es difícil ver gente de otros países cuando caminamos por las calles. Sin embargo, la interculturalidad aún es una tarea pendiente. Lo saben los extranjeros que se dan cuenta de lo difícil que es hacer un amigo japonés, lo sabemos quienes hemos sido rechazados en algún trabajo o cuando buscábamos un apartamento por el hecho de ser extranjeros.
Actualmente, en el ámbito de la interpretación y la traducción se habla de la necesidad de una “figura nueva” que vaya más allá de ser un traductor. Se necesitan personas capaces de ayudar en el entendimiento de las dos partes, no sólo a nivel de las palabras, sino también culturalmente. Esta figura profesional, a veces voluntaria, es el mediador intercultural.
La mediación intercultural se da cuando hay culturas distintas en contacto. Quienes han hecho de intérpretes en algún momento se habrán visto seguramente en la situación de tener que traducir no sólo las palabras, sino también explicar el contexto cultural, para que se pueda entender lo que la persona trata de comunicar. En eso consiste la labor del mediador intercultural.
El objetivo principal del mediador intercultural es ser un puente, acercar posturas y hacer que las dos partes se entiendan. Es más que un traductor-intérprete: es intérprete de lenguas y lenguajes, verbales y no verbales.
A mí, como educadora, generalmente me piden que traduzca en las escuelas, en las entrevistas de los padres con el maestro. En esas entrevistas percibo siempre la necesidad de explicar a los maestros por qué los padres hacen las preguntas que hacen; y a los padres explicarles por qué el maestro está diciendo aquello. De esa forma ambas partes se pueden entender mejor.
Pero, los traductores no siempre pueden hacer de mediadores interculturales. Conozco muchos japoneses que han aprendido el español en Japón, sin haber salido nunca de su país.
Los nikkeis, quienes tenemos ambas culturas y podemos entender la forma de pensar y actuar de ambas partes, sí podemos realizar esta labor y pienso que tenemos esa “responsabilidad”. Actuemos, entonces, como mediadores interculturales y promovamos una verdadera interculturalidad en Japón.

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